Poesía Desvelada, José Antonio Ramos Sucre

Por Froilán José Ramos Rodríguez

La poesía desvelada de quien padecía insomnio, de un hombre extraordinario imbuido en sus ideas, viviente para el trabajo esmerado de su pensamiento, un caballero de notable sensibilidad humana, de timidez y brillantez, que ofrendo sus angustiadas palabras al inagotable río del tiempo, el es José Antonio Ramos Sucre.

José Antonio Ramos Sucre nació en Cumaná, Estado Sucre, el 9 de junio de 1890. Hijo de Jerónimo Ramos Martínez y Rita Sucre Mora, sobrina nieta del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre. Aprende sus primeras letras en Cumaná. Desde temprana edad se siente atraído por los idiomas, estudia francés, inglés, italiano y alemán. En 1910, se gradúa de Bachiller en Filosofía.

Luego se traslada a Caracas para comenzar sus estudios universitarios, pero la dictadura de Gómez cierra la Universidad en 1913. Ramos Sucre estudia por su cuenta Derecho, griego, danés. Imparte clases de latín y griego en el Liceo Caracas, actual Andrés Bello, cuyo Director era el gran novelista Rómulo Gallegos. Publica en el diario El Tiempo. Obtiene por concurso las cátedras de Historia y Geografía Universal y de Venezuela en la Escuela Nacional de Maestros. Desde muy joven trabajó como Profesor de latín e historia universal en liceos y como traductor de diversas lenguas en la Cancillería venezolana. Este trabajo consumió muchas de sus energías físicas; lo cumplió siempre con el esmero y la tenacidad que le infundía su pasión intelectual, no obstante la fragilidad de su salud, sus crónicos insomnios y la concentración que le exigía su propia obra.

En 1914, es nombrado Oficial de la Dirección de Derecho Público Exterior de la Cancillería, donde trabaja como traductor e intérprete. Sigue publicando en periódicos y revistas. Para 1917, recibe el título de Doctor en Ciencias Políticas. Se inicia en los estudios de sueco y holandés (1918). Es condecorado la Orden del Libertador (1927). A pesar de sus logros, se intensifican sus insomnios. En noviembre de 1929 es nombrado Cónsul en Ginebra. El primero de diciembre viaja a Europa. Se interna en el Instituto Tropical de Hamburgo, después, en el Sanatorio Stephanie, en Merano, Italia. Pasa a Ginebra. El 9 de junio cumple 40 años y el 13 del mismo mes se suicida.

La obra intelectual de Ramos Sucre encierra en si misma todas las inspiraciones, delirios y tormentos del autor, con temas recurrentes como la soledad y la muerte expresados en una elegante prosa sutil y trabajada. El caballero cumanés escribió Trizas de papel (1921), Sobre las huellas de Humboldt (1923), La Torre de Timón (1925), Las formas de fuego (1929) y El cielo de esmalte (1929). Se caracterizan estas poesías por el simbolismo que las impregna. Un simbolismo que no está siempre claro y hace que el contenido del poema resulte a veces incomprensible.

Ramos Sucre no se evade de la historia; por el contrario, supo interrogarla con prolijidad. En sus poemas reviven las edades más remotas (incluso primitivas) o modernas; gestas fundadoras o bárbaras; héroes, ascetas, rapsodas, fugitivos de la venganza, seres sanguinarios; tradiciones culturales clásicas o heréticas; refinamiento, crueldad, rustiquez. Su poesía dramatiza y superpone la más versátil metáfora del hombre y sus civilizaciones, así como la fijeza, a veces trágica, de su destino.

El poeta cumanés "universal, medievalista y grecolatino", nunca fue regido por las modas literarias. Ramos Sucre se nutría de lo más exquisito de la literatura universal, adelantándose a los simbolistas, creando una escritura cuya vigencia no parece desvanecerse en el tiempo.

Su prisión fue la ignorancia de su época, víctima de su propia soledad, y el insomnio la último estocada, su libertad la escritura y la poesía su desahogo. En su honor la Universidad de Salamanca fundó la cátedra de Literatura Venezolana José Antonio Ramos Sucre.

"...Siempre será necesario que los cultores de la belleza y del bien, los consagrados por la desdicha se acojan al mudo asilo de la soledad, único refugio acaso de los que parecen de otra época, desconcertados por el progreso..."

José Antonio Ramos Sucre

Dos Venezolanos que combatieron en la I Guerra Mundial

Por Froilán José Ramos Rodríguez

En 1914 comenzaba la Gran Guerra, la guerra para acabar con todas las guerras, la contienda se extendería por cuatro sangrientos años, hasta 1918, y en ella dos venezolanos exhibirían más que audacia y talento, le mostrarían a adversarios y compañeros el poder de la concentración y la fuerza de la personalidad Venezolana puesta a prueba en la guerra y la paz, ellos fueron el merideño José Sánchez Carrero y el zuliano Carlos Meyer Baldó.

José Sánchez Carrero nació en Mérida en 1879, hijo de agricultores, transcurrió su juventud en Táchira. Viaja a Caracas y lucha contra la Revolución Libertadora (1901-1903) como edecán del General Juan Vicente Gómez. Luego permanece en el Ejército. Viaja a Suiza por motivos de salud, en 1912, donde realiza estudios militares en tácticas de montaña. Al comenzar la Primera Guerra Mundial se alista en la Legión Extranjera francesa. Sánchez Carrero fue un destacado Capitán de la Légion Étrangère, participó en las más importantes batallas escenificadas en el Frente Verdun - Somme, murió en acción durante la Batalla de Argonne (1918).

Carlos Meyer Baldó nació en Maracaibo 1895, hijo de un ciudadano alemán y una joven tachirense. En 1908 se traslada con su familia a Hamburgo, Alemania. Al estallar la Primera Guerra Mundial se alista en el Reichswehr (Ejercito Alemán), sirve en un regimiento de caballería en el Frente Oriental, donde se distingue por su arrojo, sin embargo dos años después solicita su ingreso en la Escuela de Aviación Militar Ghota, de la cual se gradúa como piloto. Luego de estar en el servicio de reconocimiento aéreo, es asignado a la prestigiosa Escuadrilla de Caza Nº 11 al mando del As de Ases Manfred Von Richthofen, el Barón Rojo. Meyer Baldó se convirtió en un As de la aviación alemana al obtener siete victorias en combate aéreo en el Frente Occidental, voló junto a su compañero y amigo Richthofen, el famoso Barón Rojo. Ganó la Cruz de Hierro y la Copa de Honor al Vencedor en Combate. Terminada la Gran Guerra el Teniente Meyer Baldó regresa a Venezuela e ingresa en la recién creada Fuerza Aérea Venezolana. Murió en 1933 durante un ejercicio aéreo.

Ambos venezolanos estuvieron al servicio de ejércitos opuestos y en circunstancias diferentes, no obstante en ambos hombres se puede apreciar eso que hace a los venezolanos jamás rendirse ante la adversidad, los obstáculos temporales de condiciones económicas y sociales tan antagónicas entre las potencias europeas del momento y las modesta pero orgullosa Venezuela. Sánchez Carrero y Meyer Baldó eran hombres de carne hueso que como muchos otros se entregaron por completo en lo que creía podía ser un mundo mejor.

Ellos dos son tan solo una muestra de lo que pueden hacer los venezolanos, no existen barreras más que en la mente, ambos demostraron valentía, inteligencia y determinación para alcanzar lo que se propusieron, y lo hicieron a su modo. Ellos son solo el preludio de que los Venezolanos y Venezolanas no somos ajenos a la realidad del Mundo, no somos un pueblo superior ni inferior que ningún otro sobre la faz de la tierra, solo somos diferentes, somos VENEZOLANOS.